domingo, 22 de marzo de 2009

DOMENICO ZIPOLI - Musician and missionary

“Give me an orchestra and I will convert the whole of South America” (ZIPOLI)

Downloaded from: DOMENICO ZIPOLI INSTITUTE - To promote the hispanic barroque music
Link: http://www.domenicozipoli.org/


Domenico Zipoli was the sixth child born to Sabatino Zipoli and Eugenia Varocchi. The Prato Cathedral organist-choirmasters in his youth were both Florentines: Ottavio Termini (from 1703) and Giovanni Francesco Beccatelli.

On September 12, 1707 he petitioned Cosimo III, Grand Duke of Tuscany, for a monthly stipend of six scudi so that he could study in Florence, where the cathedral organist from 1703 was Giovanni Maria Casini. On February 2 and March 9, 1708 he cooperated with Casini, Caldara, Gasparini and 20 others in composing an oratorio produced in Florence under the supervision of Orlandini by the Compagnia di S. Marco, and later that year at the Oratorians' church in a version with arias by Zipoli replacing those of Omodei Sequi. Supported by a further ducal charity grant, he moved to Naples in 1709 for lessons with Alessandro Scarlatti but left in the same year after disagreements and went to study in Bologna under Lavinio Felice Vannucci. He next went from Bologna to Rome for lessons with the veteran Bernardo Pasquini. Staying in Rome after Pasquini's death in 1710, he composed two oratorios of which only the libretti survive, S. Antonio di Padova (1712) and S.Caterina vergine, e martire (1714). In 1715 he was appointed organist of the Jesuit church in Rome and the following year published the keyboard collection on which his fame rests, Sonate d'intavolatura. The Princess of Forano to whom he dedicated the work, Maria Teresa Strozzi, may have been related to the bishop, Leone Strozzi, who had confirmed him at Prato Cathedral on May 2, 1699. Throughout his stay in Rome, Zipoli lodged with Filippo Baldocci, prior of S. Giovanni dei Fiorentini.



Zipoli joined the Society of Jesus on July 1, 1716, and soon after went to Seville to await passage to the Paraguay province. With 53 other prospective Jesuit missionaries he sailed from Cadiz on April 5, 1717. After a violent storm he and the others disembarked in July in Buenos Aires, and after 15 days set out for Córdoba. By 1724 he had completed with distinction the required three years each of philosophy and theology at the Jesuit Colegio Máximo and university in Córdoba. He was ready to receive priest's orders in 1725, but died (of tuberculosis) without receiving them for lack of a bishop in Córdoba to ordain him that year.


<
Zipoli was one of many excellent musicians recruited by the Jesuits between 1650 and 1750 for work in the so-called Paraguay reductions. His music was much in demand in South America: the viceroy in Lima asked for copies, and as late as 1784 a three-part orchestra-accompanied mass was copied in Potosi and sent to Sucre (Higher Peru, now Bolivia). Jesuit documents of 1728, 1732 and later note his continuing reputation up to at least 1774 in Yapeyu and other Guarany Indian villages from which Europeans were excluded; at one mission, S Pedro y S Pablo, nine 'motetes' by Zipoli were listed among the effects left behind after the expulsion of the Jesuits. In the 1970s some 23 works by Zipoli (including copies of known keyboard pieces) were discovered among a large collection of manuscripts at the San Rafael and Santa Ana missions in eastern Bolivia (they are now deposited at Concepción, Apostolic Vicariate of Nuflo de Chavez). At San Rafael the Swiss Jesuit Martin Schmid (1694 - 1772) may have prepared a Spanish drama celebrating the lives of Loyola and Francis Xavier, which ended with a paragraph in the Chiquitano language summarizing the moral of the drama. In 1997 the Argentine scholar Bernado Illari interpolated excerpts into this (including some possibly by Zipoli) to form an 'opera', S. Ignacio.



The charm and winsomeness of Zipoli's 1716 keyboard works inspired their republication in London by Walsh and in Paris (1741; the harpsichord music only). The first part, for organ, consists of a brilliant prefatory toccata followed by five sets of short versos, each set ending with a canzona (of which the most elaborate is the last, in G minor), two elevations, a post-communion, an offertory and a folk-like pastorale. The second part, for harpsichord, contains four short dance suites and two partitas (or variations). Zipoli moved freely between keys, timed his modulations exquisitely, never laboured an imitative point, made a virtue of concision, and wrote melodies instead of mere contrapuntal lines. His South American mass, copied at Potosi in 1784, closing with the 'Osanna', exhibits similar virtues. He was the most renowned Italian composer to go to the New World in colonial times and the most famous to have chosen the Jesuit order. His slogan was “Give me an orchestra and I will convert the whole of South America”. The Jesuits were said to have conquered a continent with an orchestra.



Link: http://www.domenicozipoli.org/zipoli/zipobio.htm

La Música de Blas Parera sigue sonando.

Alvaro Abós

Viernes 9 de junio de 2006 Publicado en edición impresa de LA NACION.


Desde hace un tiempo, muchas radios emiten el himno nacional a las cero horas. Se oye entonces la melodía que compuso Blas Parera, tanto en interpretaciones clásicas por bandas militares u orquestas sinfónicas como en versiones de todo tipo: jazzísticas, folklóricas, rockeras, melódicas, corales, con y sin letra. Qué fortuna ganaría Blas Parera si estuviera vivo y cobrara derechos de autor en Sadaic, él que murió en la más espantosa pobreza, al punto de haber sido enterrado en una fosa común después de ganarse, por componer nuestro himno, ¡doscientos pesos!

¿Cuánto cobró el letrista, Vicente López y Planes? Nada. Es que López y Planes fue quien le encargó la música a Parera, en representación de la Asamblea que entonces –1813– gobernaba el país. Como letrista, López se hizo un encargo a sí mismo, siendo como era uno de los protagonistas de la vida política argentina desde que, a sus veintipico de años, fue nombrado capitán de las milicias, durante las invasiones inglesas de 1806. Protagonista, Vicente López lo siguió siendo hasta su muerte, cincuenta años después. Participó de casi todos los gobiernos que se sucedieron desde el Primer Triunvirato hasta después de Caseros: fue gobernador, ministro, diputado, convencional, juez y hasta presidente provisional, en 1827. Fue influyente con Rosas (cuya Corte Suprema integró) y lo siguió siendo cuando éste cayó.

En 1813, poetas cívicos como Vicente López abundaban, pero no así músicos a los que se pudiera encargar una marcha con pretensiones de himno. Blas Parera era un catalán que había llegado al Plata en busca de mejores horizontes. Sobrevivía con encargos ocasionales, dando clases de piano a las niñas ricas o como organista de iglesias. Mientras le pagaran, don Blas componía lo que fuera, además de dirigir orquestas, dar conciertos o animar bailes. Entre 1812 y 1813 puso música a letras patrióticas de Saturnino de la Rosa y de Cayetano Rodríguez. Pero esas marchas “no gustaron” a las autoridades. Sólo el tercer intento, sobre versos de Vicente López, cuajó.

Doscientos pesos no eran una gran suma entonces. Parera volvió a España en 1818, tal vez para poner distancia con la mujer y la hija que dejó, o bien por motivos políticos:siendo español compuso el himno de una nación que estaba en guerra con España. Poco se sabe sobre su vida lejos del Plata, a pesar del esfuerzo de ensayistas como Esteban Buch, de cuyo erudito y ameno libro O juremos con gloria morir extraigo estos datos, salvo que murió en Barcelona, indigente, en fecha incierta.

Si de Blas Parera se sabe poco, de Vicente López y Planes quedó una fuerte presencia en la nomenclatura porteña, como en la calle y la plaza, donde se levanta su estatua, y en un importante partido de la provincia de Buenos Aires.

Blas Parera sólo tiene una calle porteña, de 200 metros. En compensación, está situada en uno de los distritos más elegantes de la urbe, lo cual, tomando en cuenta el desgraciado final de don Blas, no deja de ser una ironía. No se han levantado estatuas (que yo conozca) al autor de la música del Himno, cuya melodía suena sin pausa en el aire argentino de este siglo y, desde los estadios de fútbol de Alemania, llega estos días a todo el planeta.

¿Puede extraerse alguna lección de la peripecia póstuma de este hombre a quien Esteban Buch llama “héroe fallido”? Blas Parera no se dio importancia, no ostentó lo que había hecho: simplemente cumplió con un encargo, cobró y a otra cosa mariposa. Sin embargo, su música inspira a nuevos creadores, mientras que los versos de Vicente López los recitamos con automatismo, sin reparar en su significado. No conozco poetas que reescriban esos versos.

Blas Parera, en cambio, consiguió lo que muy pocos logran: que su obra se convirtiera en memoria. Visto desde la óptica de los valores que hoy prevalecen en nuestra vida social, Blas Parera hizo lo contrario de lo que debía: no se “promocionó”. Hoy, el primer mandamiento de todo funcionario es presentar lo que hace no como el mero cumplimiento de un deber –para eso le pagamos el sueldo–, sino como una gesta. La comunicación se desliza rápidamente al autobombo. No contentos con ese narcisismo público, los funcionarios se apropian de memorias o símbolos ajenos, gula que no se detiene ni siquiera ante los llamados símbolos patrios. Así, por ejemplo, el último 25 de Mayo fue convertido en fastuosa autocelebración política del poder de turno: no hubo, en el discurso presidencial, ni una palabra para la Revolución de Mayo.

De la marcha compuesta por Blas Parera dijo Alberto Williams, en 1927, que “tiene algo de sublime”. Charly García, no sin causar escándalo, dictaminó, en 1990: “El himno mata”. Parera ha consumado una hazaña de la que no muchos músicos pueden jactarse, ya sean autores de un jingle o de una sinfonía, de un hit o de un tanguito: hace casi doscientos años que su música suena en los oídos de los argentinos.

Tampoco José Hernández tiene estatua. Pensándolo bien, ¿qué es más importante: tener estatua o ser memoria de la gente, alumbrar algún pedacito de felicidad cotidiana?

Link: http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=812887