miércoles, 29 de octubre de 2008

SOBRE DIOS Y LA HISTORIA



Por Gabriel J. Zanotti


Los últimos acontecimientos políticos de Argentina han sido tan singulares que han despertado comentarios de todo tipo, proporcionales en cuanto a su especial singularidad.Uno de ellos, que compete específicamente a los objetivos de nuestro Instituto ActonArgentina, es una interesante analogía que se ha hecho con la liberación del pueblo de Israel y la dominación egipcia. Se ha presentado al pueblo argentino como un nuevo Israel, se ha dicho que Dios interviene directamente en la historia argentina y en cierto modo algunas personas creen honestamente ocupar el lugar de Moisés. Algunas respuestas no han faltado, pero habitualmente sólo retro-alimentan lo anterior. No es cuestión de acusar a un creyente de delirio místico cuando realmente cree. No se trata de delirio, sino de teología. El asunto no es la Fe (bienvenida sea) sino en qué secree y cómo se articula teológicamente la historia de la salvación con la historia humana.Dios interviene en la historia humana. Es así. Suponer lo contrario es pensar como el deísmo, que afirma un gran arquitecto del Universo sin “cuidado” sobre los seres humanos, sin providencia. Ello es anticristiano, y por ende de ningún modo se trata de negar que Dios intervenga en la historia. Dios es Padre y providente, no es un principio supremo indiferente y distante.Pero Dios interviene en la historia humana de dos maneras. Una, de manera sobrenatural y revelada, en la historia de la salvación. Esto es, en la primera y en la nueva alianza, donde la liberación del pueblo de Israel es figura de la redención del pecado que será alcanzada plenamente por Cristo en la Cruz. Esto no fue entendido por los discípulos de Cristo sino hasta Pentecostés, antes de la cual le preguntaban aún a Jesús: “Señor, ¿cuándo vas a liberar al pueblo de Israel?”, confundiéndolo efectivamente, como los zelotes –del cual Barrabás era un digno representante- con un revolucionario temporal.Quiero remarcar que esta historia es sobrenatural, porque tiene que ver con la Gracia, con lo sagrado, porque la redención está íntimamente ligada al sacramento de la Eucaristía. Segundo, es Revelada: Antigua Alianza, Segunda Alianza, Primera Venida de Cristo, Segunda Venida (escatológica) de Cristo. Son acontecimientos explícitamente revelados por Dios, de los cuales tenemos certeza y cuyos profetas son explícitamenterefrendados por las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. La historia humana, en cambio, no es sobrenatural ni revelada. Depende del libre albedrío de los seres humanos, y la relación entre ese libre albedrío, la voluntad de Dios, su providencia y su Gracia fue suficientemente tratada por Santo Tomás de Aquino (especialmente en el libro III de la Suma Contra Gentiles) como para que nosotros tengamos que agregar algo nuevo al respecto, excepto nuestra sorpresa –en cierto sentido- por tener que recordarlo. Es una historia cuyo futuro es desconocido para nosotros; es una historia donde Dios tolera males terribles dentro del designio misterioso de su providencia; es una historia que no tiene profetas excepto revelaciones privadas que si son verdaderas deben manejarse con suma prudencia y además no forman parte de ningún modo del depósito de la Fe. Por lo tanto, que Dios pueda tolerar males terribles (¿hace falta ejemplos?) implica obviamente que no se pueda deducir de ningún modo el curso futuro de ningún acontecimiento político humano. Las cosas pueden ir bien, o pueden ir muy mal, y eso sólo Dios lo sabe y no altera en absoluto a la historia de la Salvación donde Jesucristo ya ha triunfado definitivamente sobre el pecado con el misterio de su Cruz.Claro que todo lo bueno que sucede es “querido” por Dios, pero eso incluye desde el beso que damos a un hijo a la mañana hasta una acción políticamente buena. Pero ambas cosas están mezcladas con nuestra imperfección humana (la historia de la Salvación, en cambio, no) y ninguna de las dos cosas son “sacramentos” (puede llegar a ser un “sacramental”, como mucho) o pertenecen especialmente al orden sobrenatural, y nadie puede arrogarse por ende ser su privilegiado profeta ni hacerlas especialmente en nombre de Dios (o sea como el Arcángel Gabriel).Lo contrario, esto es, suponer que una transformación política humana es parte de la acción redentora y sobrenatural de Dios, es precisamente el clericalismo y el fundamentalismo, sea de derecha (por ejemplo, aquellos que creían que tal o cual dictadura-monarquía corporativa era el sistema político “católico”) o de izquierda, como lo fue cierta teología de la liberación en su momento. En este caso, la advertencia de la Santa Sede fue clarísima: “La nueva hermenéutica inscrita en las "teologías de la liberación" conduce a una relectura esencialmente política de la Escritura. Por tanto se da mayor importancia al acontecimiento del Exodo en cuanto que es liberación de la esclavitud política. Se propone igualmente una lectura política del Magnificat. El error no está aquí en prestarle atención a una dimensión política de los relatos bíblicos. Está en hacer de esta dimensión la dimensión principal y exclusiva, que conduce a una lectura reductora de la Escritura. Igualmente, se sitúa en la perspectiva de un mesianismo temporal, el cual es una de las expresiones más radicales de la secularización del Reino de Dios y de su absorción en la inmanencia de la historia humana.”1
Por lo tanto, el problema de los dirigentes argentinos que, con toda buena intención, confunden su antikirchnerismo con la historia de la salvación, no es de delirio, sino de formación teológica. Deberían meditar el aludido documento y también meditar las palabras de J. Ratzinger en su último libro sobre Jesucristo, donde pone una especial atención a las tentaciones de Cristo, y especialmente a la primera, que es la tentación de temporalismo2.Los cristianos estamos muy mal, muy nerviosos y muy confundidos cuando hemos perdido la fe en todo esto, esto es, cuando hemos perdido la fe. ¿Por qué Dios no nos salva de los tiranos? ¿Por qué? ¿Cuándo, Dios mío, liberarás a tu pueblo? Estamos igual que antes de Pentecostés…Y si las cosas no fueran como nosotros quisiéramos, ¿qué? ¿Y si Cristina Kirchner triunfara de esta crisis política y gobernara 8 años más? ¿Qué? ¿Dios no existe? ¿O si alguien es kirchnerista deducirá que sí existe?La confusión teológica produce angustia. Lo cual conduce, en última instancia, a perder la fe. Nos ponemos demasiado nerviosos por nuestras derrotas políticas, o demasiado contentos con nuestros triunfos. Cuando, en el fondo del alma, deberíamos vivir siempre el triunfo definitivo de Cristo. Desde allí, Dios ilumina los corazones, da las gracias que quiere a quien quiere y cuando quiere, y entonces sí, interviene en la Historia, de un modo misterioso, del cual sólo nos enteraremos en la Segunda Venida de Cristo.Por ahora, ni Cristo ni ningún profeta han venido a la Argentina, ni vendrán, en la figurade ningún político. Ni de un lado, ni del otro. Y, nunca mejor dicho, gracias a Dios.
1 Instrucción Libertatis nuntius, Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 1984.
2 Ratzinger, J.: Jesús de Nazaret, Planeta, 2007, cap. 2.
Publicado en: www.institutoacton.com.ar