lunes, 29 de diciembre de 2008

"¿Yo no le debo nada a nadie?"


No hay nada más alejado de la realidad que esa expresión que se escucha con tanta frecuencia: yo no le debo nada a nadie. La verdad es que lo debemos casi todo, desde el primer momento de nuestra existencia.


UNA MIRADA A NUESTRO ALREDEDOR
Doctrina social en la vida cotidiana
por Roberto Bosca*




El individualismo es contrario a la naturaleza humana. Somos constitutivamente sociales, al punto de que nuestra vida se haría prácticamente imposible si estuviera completamente aislada del resto del mundo, o al menos sufriría un pronunciado deterioro. Hasta para dar el propio ser a alguien es insuficiente uno solo. No hay nada más alejado de la realidad entonces, que esa expresión que sin embargo es tan frecuente escuchar (subrayando la primera persona): yo no le debo nada a nadie. La verdad es que lo debemos casi todo, desde el primer instante de nuestra existencia. Sin los otros, no hubiéramos llegado muy lejos. Si rechazáramos toda la tradición cultural que nos viene desde el origen, nos veríamos reducidos a una condición lamentable.


Todo lo que hacemos tiene siempre algo que ver con los demás, para bien o para mal. Las virtudes y los defectos de las personas poseen inevitablemente un sentido social, nunca son algo exclusivamente individual. Por eso los teólogos han venido hablando, sobre todo en el último medio siglo, del pecado social. Todo pecado es desde luego personal, pero también es igualmente social, en tanto tiene consecuencias sobre el conjunto de la comunidad.




El pecado social


Aunque el pecado es siempre un acto de la persona, él tiene una repercusión en los demás, en virtud de una solidaridad que como un hilo invisible une a todos los hombres y mujeres en tanto miembros del género humano. Esto se verifica incluso independientemente de la voluntad, ya que se trata de un dato de la propia naturaleza de la persona. De ahí la importancia de los vínculos, que han venido siendo estudiados con creciente interés por las ciencias sociales en los últimos siglos.La primera vez que visité grandes ciudades del mundo no me impresionó solamente la cultura del país sino también el hecho de que las calles estaban limpias, entonces comprendí que eso formaba parte también de la cultura. A partir de ese momento no tiré más un solo papel en el suelo.


La anécdota, aparentemente trivial, tuvo para mí un sentido ejemplar y encierra una enseñanza. Cuando una ciudad está sucia se suele criticar al alcalde o al intendente; sin embargo esa suciedad y esa limpieza tienen que ver sobre todo con la educación y la cultura de los ciudadanos y no solamente con las dotes del gobernante. La limpieza de los baños públicos es un ejemplo pequeño pero muy indicativo de esta realidad, al punto que ese dato supuestamente ínfimo y casi ridículo puede iluminar sin embargo cuestiones más importantes. La prosperidad de una nación no se funda tanto en golpes de timón o situaciones extraordinarias, sino que mas bien se sostiene en una gran cantidad de cosas pequeñas que corresponden a la multitud de los ciudadanos.


A veces nos formamos la idea que la doctrina social de la Iglesia es algo que incumbe a los políticos y a los empresarios, y sin embargo nada hay más alejado de la realidad, porque ella tiene que ver con todos los hombres, aunque con distintos grados de responsabilidad. Cuando pensamos en la doctrina social de la Iglesia nos imaginamos que ella cuenta a la hora de tomar decisiones más o menos importantes, como el sueldo que debemos pagar a nuestros empleados o actitudes un tanto grandilocuentes, a menudo fuera de nuestro alcance, como la realización de reformas estructurales o nuestro deber de ayudar de un modo efectivo a los hambrientos del mundo.


Sin embargo, la doctrina social es algo mucho más sencillo y cercano a nuestro acontecer más cotidiano y puede decirse que más que unas reglas para aplicar en determinados momentos de nuestra vida, ella es una luz que nos permite vivir cada día en un mundo más humano y más fraternal. La doctrina social de la Iglesia es una lectura cristiana de la realidad, en primer término la más inmediata a nuestras concretas circunstancias.En particular tienen un rasgo especialmente social los pecados contra la justicia en las relaciones interpersonales y en las vinculaciones de la persona con la sociedad.


Cuando trata este asunto, el Papa Juan Pablo II ejemplifica que puede ser social el pecado de obra u omisión por parte de dirigentes políticos, económicos y sindicales, que aun pudiéndolo, no se empeñan en el mejoramiento de la vida comunitaria según las exigencias y posibilidades del momento histórico. Pero en verdad, todos los ciudadanos –también nosotros- son, somos, aunque en diversa medida, responsables en este punto, en cuanto actores todos de la construcción de la sociedad en la que vivimos.




La muerte sobre ruedas


Este mismo año un organismo de la Santa Sede, el Consejo Pontificio para los Emigrantes e Itinerantes, presentó algunas indicaciones en materia moral referidas a algo tan cotidiano como la conducta en el tránsito. El texto fue recibido en general con una desconcertante ligereza por los medios informativos, que hablaron con cierta socarronería de nuevos pecados como si la autoridad eclesiástica tuviera la facultad de crearlos a su arbitrio. Con un mejor humor un amigo mío solía decir que después de los 160 km por hora los ángeles custodios se bajan del auto.Sea como fuere, y más allá de su inconfesada ignorancia, la mayoría mostró ante estos consejos una glacial indiferencia, como si se tratara de un asunto eclesiástico: los pecados del tránsito. En realidad, la cuestión no tiene nada de curial si se tiene en cuenta la gravedad que reviste, debido casi siempre, no a un destino fatal, como suele atribuirse, sino a la desaprensión y negligencia de los propios seres humanos.


No se trata entonces de algo para tomar livianamente, si se advierte que durante el siglo pasado unas treinta y cinco millones de personas murieron en las carreteras. Conducir sin observar las reglas de tránsito o sin estar en la plenitud de las facultades por el alcohol o por cualquier otro motivo, puede ser frecuentemente una responsabilidad grave por las consecuencias -en primer lugar sobre el propio conductor- por los daños morales y materiales que se pueden derivar del hecho, pero también y sobre todo para terceros, a menudo completamente inocentes y obligados a soportar una verdadera injusticia que a menudo los tribunales no pueden reparar. Por este motivo, fácilmente esas condiciones configuran una situación incluso de pecado mortal, ya que en esos casos se comprometen desde luego los bienes y hasta la salud y aun se pone en peligro más o menos próximo la vida propia y la de los demás. Todos estos bienes en juego constituyen como puede comprenderse, una materia grave.


El pecado mortal en este caso se significa no sólo en la muerte del alma sino también en la del cuerpo. Pero aunque ello no sucediera, esto no es un motivo para desdeñar livianamente el cumplimiento de esas leyes, infringiéndolas sin escrúpulo alguno de conciencia.La apropiación del tiempoSi somos desordenados, perjudicamos al prójimo, mucho más de lo que nos imaginamos. En nuestro trabajo eso se notará en su resultado, pero el desorden se evidencia en primer lugar en nuestra más estricta privacidad, y a pesar de ello, las consecuencias sobre los otros también se dejan sentir. Lo primero que salta a la vista es el bochornoso espectáculo que presentan nuestras cosas, dispuestas de un modo caótico, al menos para el resto del mundo, pero no se trata solamente de un sentido meramente estético. El desorden genera problemas en los otros. Si la tijera no está en su lugar, si después de usarla la dejamos en cualquier sitio menos en el que tiene que estar, el primero que la necesite se verá inevitablemente perjudicado, porque tendrá que buscarla, y no la podrá usar si no la encuentra, o sea hemos privado a alguien del uso de algo a lo que tenía legítimo derecho. Pero aunque la tijera fuera encontrada, habremos dispuesto arbitrariamente de un tiempo que no es el nuestro, con su consecuente dosis de injusticia. Esta es la misma situación injusta para los otros en que se incurre cada vez que hacemos esperar sin motivo a alguien con el que nos hemos citado. En ocasiones se ha considerado de buen tono llegar tarde a una cita. Sin embargo, no tenemos derecho a disponer del tiempo de los demás, salvo que ellos nos otorguen esa disposición. La puntualidad es una muestra de consideración a la persona del otro, porque si llegamos puntualmente a una cita estamos mostrando que esa reunión o esa persona nos interesan. La impuntualidad, por el contrario, resulta indiciaria de una mediatización del interés. Cuando a alguien le motiva verdaderamente algo, estará antes de tiempo esperando que se haga la hora de acceder al bien preciado. Si durante un encuentro de trabajo o una entrevista atendemos llamadas telefónicas, estamos transmitiendo este mensaje: me interesa más cualquier asunto -aun el más banal- que pueda llegar a irrumpir, que la materia propia de la reunión.


Hay ahí una evidente muestra de menosprecio o desconsideración hacia el otro. Una entrevista que es interrumpida por este tipo de situaciones decae inmediatamente en su interés. Cada vez que atendemos un llamado en medio de una entrevista estamos disponiendo injustamente del tiempo de nuestro entrevistado, puesto que lo subordinamos a nuestro interés inmediato, que no es necesariamente el suyo.El hurto del tiempo es tan pernicioso e injusto con quien es su dueño como el hurto de las cosas materiales, aunque no se trate de algo tangible. Llegar con retraso a una cita es algo casi tan común como llegar temprano, aunque debería ser algo excepcional y no una regla admitida socialmente como inevitable y fácilmente dispensable, sin que haya casi mención al incumplimiento incluso por parte de ambos protagonistas. Ordinariamente no hay razones valederas para un retraso habitual en los horarios, que suelen ser explicados con excusas pero no en razones justificadas y verdaderas.


Si se toman las previsiones, salvo el caso de accidentes que siempre pueden darse, lo habitual será que a la hora indicada cada uno pueda estar en el lugar previamente acordado. ¿Por qué hay tan pocas actividades que empiezan exactamente cuando está indicado? Quisiera que alguien me explique por qué motivo cada vez que un paciente va a una visita con el médico tiene que soportar largas esperas, salvo que ese motivo sea una mala praxis por parte del profesional o éste sea muy poco ordenado a la hora de cumplir los horarios establecidos.




El daño ecológico


Si dejamos la luz encendida sin motivo durante un largo lapso, a nadie escapa que nuestra familia deberá pagar una factura más abultada de lo que hubiera correspondido por un uso normal, pero toda la ciudad también sufrirá el exceso o el malgasto de esa energía, porque un abuso puede generar una crisis en la provisión energética, o quizás el propio país terminará pagando a otro vecino por la compra de la misma, con el consiguiente daño a las finanzas locales. El consumismo genera un daño ecológico evidente, que muchos no advierten en absoluto, ni consiguientemente son advertidos del provocado por efecto de la multiplicación propia de las grandes masas poblacionales. Puede coexistir así en una misma cultura el derroche de aparatos electrónicos encendidos durante interminables horas sin que nadie los utilice, con acciones de protesta dirigidas a las propias grandes empresas industriales que fabrican los mismos productos bajo la acusación de daño contaminante, que parece ser un estigma hoy considerado más grave que matar niños en estado de gestación. Estamos aquí ante una evidente incongruencia.El despilfarro no solamente se refiere a los medios materiales. También puede hablarse de una utilización irracional o un uso indebido de las palabras en el caso de miles y miles de horas de conversaciones ociosas y sin ningún sentido. La palabra vana es una expresión que ha casi desaparecido del vocabulario teológico moral o al menos ha disminuido notoriamente su uso, y sin embargo ha adquirido en nuestros días una inusitada vigencia a caballo de las nuevas tecnologías y modas como el chateo y el celular. La mayor parte de la utilización de los teléfonos celulares no responde a una causal justificada y podría obviarse, pero genera un gasto que alimenta una economía fundada en la generación de continuas necesidades. El uso de los teléfonos celulares ha incentivado esta forma de consumismo electrónico en el que no es tampoco ajena la motivación psicológica, al punto de que podría mostrarse su función ansiógena que se evidencia en el paralelo que podría establecerse entre el uso de estos nuevos apéndices auriculares y los altos índices de ansiedad propios de la cultura contemporánea.


Es interesante ver cómo la ecología ha mostrado con gran claridad que cada uno es responsable del bien del otro, es decir, que no actuar de acuerdo a unas reglas mínimas, como tirar basura con desaprensión o cortar árboles, puede significar, mas o menos a largo plazo, muerte para otros. Lo que hacemos no es indiferente a cada uno de nuestros convivientes y al bien de todos en su conjunto.Si después de utilizar algo lo dejamos en malas condiciones, es evidente que su futuro usuario tendrá que arreglarlo o restaurarlo para su uso corriente. Podemos estar seguros que, en ese caso, a alguien en concreto, con nombre y apellido, aunque no haya sido nuestra intención ni nuestra voluntad hacerlo, habremos causado un daño; o bien quien sea el damnificado lo usará en deficientes condiciones o se verá obligado a emplear su tiempo y esfuerzo en la restauración. Sucede también que muchas veces no nos damos siquiera cuenta que estamos causando un mal, un perjuicio concreto al otro.


Esos males ignorados constituyen una multitud que enrarece la convivencia social, e incluso retrasa el crecimiento de un país. Esto acontece sencillamente por no estar atentos a la existencia de los otros, nuestros prójimos, que son nuestros hermanos, aunque ni siquiera conozcamos su identidad. No solamente no estamos atentos a sus reales necesidades, sino que ni siquiera nos percatamos de su existencia. Esto ha sido potenciado por la cultura de masas a grados extremos. Muchas veces la indiferencia por conocer a otras personas se fundamenta en un autocentrismo que de ese modo inhibe cualquier posibilidad de ayudarlos. Cuando nuestro interés se ausenta de los otros, fácilmente actuamos de un modo que evidencia automatismos individualistas claramente perniciosos en primer término para el propio protagonista, pero también para el conjunto de la sociedad.


Un señor llegó apurado a la fila de quienes esperaban tomar el autobús, de tal modo que pasando por delante de ella, pagó su correspondiente boleto y se fue tan campante a sentar. Como era el único asiento disponible, el pasajero al que le correspondía no pudo hacerlo y se vio perjudicado al tener que viajar todo el trayecto de pie. Pero ahí no acaba el cuento, porque en esa situación, su enfermedad de las piernas sufrió un cierto agravamiento que no quedó registrado en ninguna parte o le significó una exigencia que pudo haberse evitado. El usurpante ni se dio cuenta de ese pequeño drama que se desarrolló ante sus narices. Cuando todos los mandatos de la cultura atienden a que cada ser humano se considere el ombligo del mundo, hace falta un especial esfuerzo que permita tener una mirada sinceramente interesada y amable sobre los demás. Pero tenerla no es algo reservado a almas sublimes como la hermana Teresa de Calcuta, sino que corresponde a todo ser humano. Por eso muchos ordenamientos jurídicos sancionan como un delito de abandono de persona la omisión de socorro en determinadas circunstancias, aunque a nadie el derecho obliga a ser héroe.




¿Tienes un e-mail?


El correo suele ser un lugar donde el común de las personas incurre en pequeñas faltas éticas, algunas no tan pequeñas. Los e-mails de otras personas no están sujetos a la inspección de terceros, aunque entre ellos haya relaciones de parentesco. Los padres no tienen un derecho absoluto a conocer el contenido de la totalidad de los mails de sus hijos sobre todo cuando ellos ya van teniendo cierta edad, y este dato no menoscaba su deber de tutela y cuidado sobre ellos. Nadie tiene derecho a irrumpir sin su permiso, ni aun los cónyuges, en los papeles privados del otro, incluso aunque haya ciertas razones para hacerlo.Muchos mails por su propia naturaleza no requieren una respuesta expresa, e incluso darla puede ser inconveniente si no hay un motivo razonable. Salvo esas excepciones, los mails deben ser contestados, aunque mas no sea, en muchos casos, para dar cuenta de su satisfactoria recepción. Esa función tiene lugar cuando así se lo dispone en forma automática. Omitirlo no se trata de una mera falta de educación, sino de un acto humano contra la justicia. El emisor, en efecto, de ordinario tiene derecho estricto a una respuesta sobre su requerimiento, salvo que éste sea infundado, extemporáneo o fuera de lugar. No se puede dejar a alguien esperando indefinidamente, lo cual constituye un pequeño atentado, pero atentado al fin, a su propia dignidad en cuanto ser humano. Este trato debido a toda persona es por completo independiente a la consideración de su rango en la vida social.


Las cartas, los telegramas, los mensajes y los mails enviados y recibidos forman parte del patrimonio moral de su titular, puesto que le pertenecen y no es posible disponer de ellos como si fueran un bien público o una res nullius, como se llamaban en el antiguo derecho a las cosas existentes en un espacio común que no eran reclamadas por nadie como propias. Una carta importa un derecho de propiedad intelectual tan respetable como el de un artículo o un libro.Tampoco por el mismo motivo se pueden reenviar los mails que recibimos, cuando ellos están dirigidos explícitamente, pero también de modo implícito, a un sujeto determinado con exclusividad. La exclusividad es una regla que se supone, aunque no haya sido pactada, pues es un valor entendido, sobre todo entre personas que mantienen relaciones de mutua confianza. Si se da a conocer un correo privado sin la previa anuencia del emisor, se está violando su privacidad, aunque esta regla difícilmente pueda ser esgrimida en los tribunales. Con esta acción aparentemente inocua podemos estar infligiendo un daño concreto, por ejemplo a la buena fama del otro, o simplemente desconociendo su voluntad de mantener fuera de la luz pública su contenido.También son harto frecuentes los incumplimientos en cuestiones, si se quiere pueriles, sin que se brinden disculpas o explicaciones referidas a los mismos. Es verdad que ellos pueden obedecer muchas veces a un motivo mas o menos legítimo, pero aun en tal situación deben ser advertidos los posibles o eventuales perjudicados con la debida anticipación, para que ellos puedan disponer las previsiones necesarias que permitan -por así decir-, restaurar el orden. Es conveniente que esos preavisos vayan acompañados de la oferta de otras alternativas que busquen minimizar e incluso reparar totalmente el eventual daño. Puede incumplirse por una razón de fuerza mayor, pero en ese caso debe anunciarse siempre que sea posible ese futuro acontecimiento, y ofrecer una cobertura al menos equivalente.


Existen unos deberes naturales que se dirigen no sólo a quienes tienen especiales vínculos con nosotros, como por ejemplo sanguíneos, amicales y educativos, sino a todos los hombres y mujeres, incluso aunque no integren una misma comunidad y sean extraños a nuestras adscripciones e intereses. No basta con no dañar a los demás. Se debe hacer el bien como una exigencia de la propia naturaleza y no por un mandato religioso considerado mas o menos sublime. Cuando miramos a nuestro alrededor y vemos a los otros, empezamos a descubrir un horizonte que nos permite ser más plenamente personas, porque estamos llegando a lo más profundo de lo humano.





*Profesor de la Universidad Austral (Buenos Aires)

Cuándo los hijos se van a vivir solos ¿maduran?


Hoy se ha puesto de moda una forma de pensar que hace decir a muchos padres que ya sus hijos solteros son grandes y que no ven el momento en que se vayan a vivir fuera de la casa paterna. Aducen, para justificar esta forma de ver las cosas, que tienen que madurar, pues ellos a esa misma edad ya tenían una familia y que ven a sus hijos muy cómodos en su casa. Que, por tanto la solución es que se vayan a vivir solos, que se hagan cargo de sus vidas y que maduren.
El autor pone en duda que esta sea una visión correcta y que el fruto de su puesta en práctica sea la madurez.



La persona humana fue creada para vivir con otras personas. La frase de Dios, en el Génesis, es muy clara al respecto: “No es bueno que el hombre esté solo.”Esa vida con otras personas es, naturalmente, la convivencia familiar. La familia es la solución divina a la soledad original.Las personas han sido diseñadas para nacer en una familia, vivir en una familia y morir en una familia y su dignidad exige que así sea. No está de acuerdo con la dignidad del hombre, por ejemplo, nacer en una caja de Petri o en un tubo de ensayo; ni morir abandonado, solo y lejos de su familia. Dicho de otro modo, estamos hechos para nacer, vivir y morir en un ambiente de amor recíproco donde hemos de querer y ser queridos sin condiciones.Yendo al tema que nos ocupa: Los hijos de cierta edad ¿Cuando pueden abandonar la familia en la que han nacido y crecido?: Pueden abandonar su familia cuando estén maduros para constituir otra familia. Y estarán maduros cuando estén preparados para cumplir con lo que Juan Pablo II llama la ley del don de sí, que todo hombre lleva grabada en lo más profundo de su ser. Deben ser capaces de entregarse total, absoluta y definitivamente a otro tu (o Tu).
No maduran porque se los saque de la familia (¡que es el ámbito para que maduren!) y se los haga vivir solos, en un ambiente que muchas veces es hostil a su verdadera maduración. Estarán maduros cuando sean capaces del verdadero don de sí. Cuando sean capaces de donarse a otra persona de manera total, absoluta y definitiva. ¡Para siempre! Cuando hayan desarrollado esta capacidad, estarán maduros para formar otra familia.
Nuevamente Dios nos da la clave: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y vendrán a ser una sola carne.” Y, es entonces, cuando se irán, porque, ahora sí, estarán maduros. Un agricultor entiende muy bien que no se han de tirar las manzanas a la ruta para que maduren. Se les da un trato cuidadoso para que maduren correctamente y lleguen a ser ese maravilloso fruto, tan apetecible.
En el caso del celibato estamos frente a la donación a otro Tu (con mayúscula) que es Dios. Entran en “otro tipo” de familia, donde cumplen con la “ley del don de sí” de una manera distinta y excelente. Se entiende que tanto en el celibato como en el matrimonio, el don de sí es un objetivo nunca alcanzado plenamente. Pero basta que la idea del don de sí pueda ser comprendida en sus consecuencias y que la persona pueda tomar la decisión de una entrega de sí completa y de manera responsable, para que podamos considerarla madura. En realidad el don de sí debe perseguirse, con mayor o menor esfuerzo, durante toda la vida. También debe decirse que es origen de una plenitud y felicidad (dentro del matrimonio y del celibato) que no encontramos fuera de esa entrega.
Si facilitamos el alejamiento de la familia de aquellos hijos que aún no han alcanzado esta madurez, los estaremos privando del ambiente favorable a su maduración además de exponerlos a situaciones que pueden complicar -¡y mucho!- ese proceso. Viviendo solos no podrán ejercitarse en compartir, en tener en cuenta las necesidades o simples gustos de otro tú, ni en que sus actividades deben limitarse por respeto a otros. Tendrán menos oportunidades de que alguien les exija el orden que los otros tienen derecho a gozar. No podrán “vivir” diariamente el ejemplo de amor y entrega de sus padres y no estarán siempre presentes para ver la paternidad y la maternidad en acción. Asistirán a menos ejemplos de comprensión frente a defectos y molestias ajenas. Sabrán menos de diálogos en familia o a solas, llenos de cariño, con otro tú, donde se aprende humanidad. En pocas palabras perderán en sensibilidad y delicadeza y sabrán menos de “amores hermosos” y de “dones de sí”.
Seguramente les faltará respirar más la fe de sus padres, aunque ellos no practiquen. Tampoco los verán sufrir y gozar, diariamente, de la manera que lo hacen los padres que quieren con locura a sus hijos. Además, en las circunstancias del mundo de hoy, vivir solo puede llevar, con gran facilidad, a que terminen conviviendo con otra persona, sin haber adquirido disposiciones básicas y menos aún la de vivir el don de sí, pues aún no han adquirido esa capacidad . La cultura actual muestra la convivencia, y sus consiguientes relaciones extramatrimoniales, como positivas y como camino de maduración. En realidad es una manera errónea de solucionar el problema de la inmadurez. Una convivencia que no sea fruto de una entrega total, absoluta y definitiva, (o sea que no es conyugal) incapacita progresivamente, en mayor o menor medida, para la entrega total que la felicidad exige. Por ello, los padres, aunque no sepan dar razones para explicar lo que saben que conviene a sus hijos, deben acompañarlos siempre y evitar, de todas las formas posibles, que el hijo piense que debe irse de la casa de sus padres, antes de formar una nueva familia.
}Vivir solos, viajes prolongados en soledad, experiencias solitarias por el mundo (“Summer jobs”), veraneos solos, por tanto, no son convenientes sino totalmente desaconsejables.
Bibliografía:GénesisKarol Wojtyla, Amor y Responsabilidad
Juan Pablo II, La Teología del Cuerpo

martes, 18 de noviembre de 2008

Cuento: En la mira

Por: Michael Mullen

Foto: María Mullen

El ciervo levantó la magnífica cabeza con inquietud. Aguzó el oído y el olfato pero no captó el peligro. En el instante en que su boca rozaba el espejo de agua, sonó un disparo, sordo y lejano. El animal llegó a escuchar el sonido y se derrumbó sin un soplo de vida en su cuerpo. Luego, por unos segundos, nada se movió en aquellas tierras del sur.

Cuando el cazador salió de su escondite, su cara de piedra denotaba felicidad. Desde la mira telescópica de su máuser, había visto el impacto de la bala en el musculoso pecho del ciervo. Mientras caminaba hacia su presa, se quitó el sombrero lleno de paja y ramitas. Tardó casi diez minutos en llegar hasta el borde de la laguna, donde yacía el cadáver. Sus ojos se encontraron con los del ciervo, que seguían siendo expresivos. Perturbado por esta imposible mirada, tomó su cuchillo de caza y le atravesó la garganta. Manchado de sangre, prosiguió en la trabajosa tarea de separar tronco y cabeza. Fue una desagradable carnicería.

Una semana más tarde, mientras limpiaba con esmero su rifle de caza, rumiaba su situación de policía separado. Aunque tenía ahorros, andaba medio justo de plata, después del papelón de su despido. Para colmo, su jermu estaba como loca, porque se había enterado del lío de las coimas por los diarios. Ahora ella vivía con sus padres hasta nuevo aviso. Todavía sentía el sabor amargo de saber de buena tinta que su reemplazante en la comisaría era un hombre sin escrúpulos. Él no era un gran ejemplo pero, por lo menos, no andaba metido con los secuestros. De pronto sonó su celular con esa musiquita de morondanga.

—Tengo un trabajito para vos, Coyote.

—¿Qué tipo de laburo, Vaca?

—Necesitamos tus habilidades con el rifle. Hay que callar a un periodista ladilla.

—Ni hablar, vos sabés que no acepto ese tipo de laburos.

Antes de apagar el teléfono escuchó la cifra.

—Cien mil verdes, Coyote.

 

Una semana demoró en aceptar. Quedaron en encontrarse con el Vaca en un bar en Tucumán y Viamonte para recibir unos mangos y las instrucciones.

—Acá tenés una foto del periodista. Lo vas a identificar por la pelada y la zapan. Desde hace un mes viene fichando a don Vicente y parece que ya sabe demasiado.

—¿Y no intentaron meterle miedo?

—Sí, pero no afloja. Le dejamos la cara hecha una pasta, amenazamos a su familia, le pintamos el garaje.

—Y don Vicente me tira trescientos mil pesos para que me lo limpie.

—Sí, digamos que sí. No te creas que el periodista es una pinturita. Seguro que algún lío tiene.

—¿Quién de nosotros es una pinturita?

 

Luis Sepúlveda fue el nombre que eligió en el documento falso. Espió dos semanas a Jeremías Ginsburg y optó por liquidarlo el martes veintidós de febrero, a las once. A esa hora, el tipo desayunaba en el Café Plaza del Carmen, en Callao y Rivadavia, frente a legendaria Confitería del Molino.

El Coyote alquiló un último piso situado a cien metros en línea recta del bar que frecuentaba Jeremías. No omitió ninguna precaución: se dejó la barba, adquirió un arito y se cortó el pelo al ras. La mudanza fue mínima: se llevó un colchón, una silla, abundante comida y la valija con el máuser. Avisó al portero que el resto de la mudanza demoraría un par de semanas.

El piso disponía de un balcón con un panorama perfecto. Cortó las maderas de las persianas con una sierra hasta lograr un rectángulo que le permitía observar sin levantar sospechas. Aunque distinguía a los clientes del Café, no estaba seguro de acertarles a la cabeza o al corazón desde esa distancia. Fue por eso que invirtió la mañana del sábado diecinueve de febrero y novecientos dólares en comprar la mira de sus sueños. Nunca más le fallaría a un ciervo o a un jabalí. Y menos a Ginsburg. Además, la mira disponía de un puntero láser. Adiós caza deportiva.

La mañana del domingo veinte se dio cuenta de que le faltaba calibrar la mira. Todavía enojado por su traspié idiota, se acercó a un polígono de San Fernando y ejecutó las rutinas de siempre. A esta altura de la vida, podía hacerlo con los ojos cerrados.

El chiche nuevo le multiplicó su campo de visión. Ese domingo por la tarde, la plaza del Congreso estuvo frente a los pelos de su nariz. Podía acariciar las palomas y oler al linyera que descansaba bajo el arbusto. Podía tomar entre sus dedos las piedritas naranjas que formaban los caminos, tocar las estatuas y leer —en el monumento— insultos en aerosol.

Enfocó la mira en el Café Plaza del Carmen. La linda empleada —camisa blanca, moño amarillo, pantalón negro, delantal naranja y trenzas de colegiala— se acercó a su balcón. El diario del día, apoyado en el mostrador, lo invitaba a la lectura. Los ceniceros, con sus puchos y cenizas, se veían tibios. Desde las alturas y con su rifle, el Coyote se sentía fuerte.

El lunes a las once, un hombre gordito y un tanto desalineado entró en el Café Plaza del Carmen. Luis Sepúlveda lo enfocó y reconoció al periodista. Una morocha entró en escena y, al rato, volvió con un café con leche, tres medialunas y una soda. Al Coyote se le hacía agua la boca y manoteaba unos biscochitos de grasa. El hombre apoyó sobre la mesa un block de notas. Pero resultó un amasijo de letras imposible de leer con una mira telescópica, por más que haya costado sus buenos mangos.

Un cuarto de hora más tarde, la morocha le alcanzó al periodista un diario deportivo. La mira le permitió a Sepúlveda ver los colores de River Plate en la portada. Su corazón de bostero latió un poco más fuerte. Así que millonario. Ahora el millonario voy a ser yo... Y el Coyote largó una carcajada siniestra que voló por el departamento vacío.

Una llamada al celular detuvo su imaginación. Dejó su rifle junto a la ventana y fue a atender. Lo sorprendió una voz de mujer.

—Buen día, Coyotito… ¿Sorpresa? Resulta que sos mi marido y no te pienso largar así nomás.

La gordi era un bagayo pero también una mina de fierro, más leal que todas las porteñas juntas, y el Coyote se sintió feliz por su llamada. Quedaron en verse el fin de semana, aunque no sabía cómo cuernos lo haría.

Más tarde volvió a sonar la sinfonía de su teléfono.

—Te estás demorando mucho, Coyote. ¿Qué carajo te está pasando? ¿Tenés miedo de apretar el gatillo? Metele pata, porque ya estás metido en este balurdo hasta las narices. Ya no hay vuelta atrás. ¿Está claro?

—Como el agua, Vaquita. Mañana me lo limpio. Tené paciencia y andá preparando los billetes. Ya lo tengo en la mira. Ahora mismo está desayunando en el Café Plaza del Carmen, en Callao y Rivadavia. Y yo estoy justo en frente.

Al Coyote no le gustó la apretada del Vaca. Seguro que el cerdo de don Vicente se escondía detrás de ese llamado.

La noche previa al delito fue larga. De tanto mirar con el rifle, la verdad de los hechos se le fue imponiendo por sí misma. Jeremías era un periodista que se la jugaba. Don Vicente era el pez gordo, el parásito, la vinchuca del sistema político. ¿En qué lío se había metido? ¿De qué lado estaba él? A la una de la mañana se tomó un somnífero para dejar de carburar.

Cuando llegó el 22 de febrero, su cabeza era un hervidero. La decisión de entrar en la policía, a pesar del sueldo. El noviazgo y posterior casorio con la gordi. Las temporadas de caza en el campo. Tantos compañeros caídos. Las coimas. La reputación de veinte años en un tacho.

Ese día pondría punto final a sus aventuras, cobraría la guita y se las picaría al Uruguay. Allí, en Maldonado, recomenzaría su vida con la gordi.

Jeremías Ginsburg levantó el suplemento deportivo que le cubrió el tronco como si fuera un escudo. Cuando lo bajó no notó la lucecita roja del láser danzar en su pecho. El punto luminoso iba del corazón al hombro derecho y volvía. Iba y volvía. Iba y volvía.

De pronto, se escuchó un vidrio roto en el Café Plaza del Carmen. Una mujer gritó con energía, otra se desplomó. Jeremías Ginzburg yacía en el suelo, respirando boca arriba, inconsciente. La sangre que brotaba de su hombro izquierdo avanzaba lentamente sobre las baldosas.

A una cuadra de allí, el Coyote respiró aliviado. Había tomado la decisión correcta. Aunque necesitaba los dólares, él no era un asesino. Mientras guardaba su rifle, una lucecita le molestó la vista. La bala se coló por el balcón y él se derrumbó sin un soplo de vida en su cuerpo.

—La gran flauta, odio hacer esto —se quejó el Vaca.



IV ENCUENTRO SUDAMERICANO DEL SERVICIO “ESTILO DE VIDA: CLÁSICO E INNOVADOR”


Octubre 2008.
El mensaje de las autoras anima a aquellos que, por diversas circunstancias, no pueden vivir con su familia: “Esto es para ti joven que muchas veces te sientes solo y necesitas de los mas queridos, Tu puedes mejorar nuestra sociedad y, si cada uno de nosotros pone un granito de arena, nuestra sociedad reflejará lo que hagamos. Y la familia, -no lo olvides nunca- será siempre quien te sostendrá y a quien siempre sentirás cerca tuyo. Juntos podremos hacer más. Contamos con tu ayuda....”




Introducción:
Desarrollaremos nuestro trabajo partiendo del concepto clásico de familia, la importancia de la misma para luego centrarnos en la juventud de hoy, la carencia de fundamentos que tienen sobre la familia por el hecho de no contar con una base sólida en estos temas.
Muchos de los jóvenes de hoy por motivos diversos, estudio, trabajo, mala convivencia con sus padres..., viven solos o con amigos en pensiones o departamentos, donde la diversión, el trabajo o estudio y el “descanso” pasan a un primer plano quedando en segundo lugar el lado familiar, una alimentación sana y equilibrada, la limpieza de la casa, etc.
Nuestra propuesta está orientada precisamente a estos jóvenes, haciéndoles ver que es posible crear un ambiente familiar, viviendo solos o con amigos en pensiones o departamentos; sin que esto requiera emplear mucho tiempo, sino apoyándonos en la tecnología haciendo compatible un trabajo intenso, el estudio y la diversión con la vida familiar, tornando lo tradicional en algo innovador.

Sentido clásico de familia:
La familia clásica integrada por los cónyuges y los hijos, cuya estructura se ajusta a una sociedad con valores y estilos ampliamente compartidos, se convirtió en el modelo clásico, universal y socialmente aprobado.
“No se puede concebir una familia sin el amor filial y fraternal de sus componentes, amor que se manifiesta al aceptar a sus miembros con sus vicios y virtudes para reducir los primeros y acrecentar los segundos. En nuestro medio, a pesar de las dificultades que se han presentado, hemos conservado la unión familiar precisamente en la familia clásica.
Dentro de la familia, los padres, independientemente de la relación de pareja, tienen una relación de amor, de preocupación de gozo común por el éxito de la misión naturalmente impuesta. No es sólo la procreación el lazo que une, que es meramente biológico, sino que va más allá de la naturaleza física humana que exige más en los primeros años de vida de los hijos. El mismo hijo no es sólo objeto de la relación creada entre los esposos, también desempeña una función que fundada en la consanguinidad con los padres, da origen a valores sociales intensos como la honestidad, la fidelidad, el trato humano, etc.

En otro orden de ideas, la familia a pesar de ser una pequeña sociedad con una dimensión interna, es decir, que los esfuerzos de los integrantes son para la perfección de los mismos, también se ordena u orienta expresamente hacia afuera, porque la familia no es la única ni perfecta sociedad en lo posible, porque no es autosuficiente. Entonces, toda la formación y educación que se recibe, se manifiesta de muchas maneras en la sociedad en general. El hijo dentro de la familia, se prepara para sus futuras actividades sociales, de ahí que aprende los valores que aplicará en la sociedad; esto justifica la necesidad y conveniencia para el Estado de apuntalar y defender a nuestra familia.”(1)
En la familia, los padres crean o deben crear un ambiente moral que constituya un sólido fundamento de tradición cultural contra todo intento de disolución de nuestros valores familiares.
Un hogar clásico no significa pasado de moda, significa siempre actual. Es una familia donde los padres, son el eje donde giran todas las personas que componen ese hogar.

Tradiciones, de generación en generación:
En una familia que se viven las tradiciones de generación en generación (el licor de la abuela, los ñoquis que hacia mamá...) se transmiten valores, costumbres, hechos que en otras familias no se viven. No es que sean mas o menos familias, ese toque distinto es lo tradicional, es lo que hace la historia de esa familia en concreto.

El reto de la juventud:
Para muchos jóvenes el crear un ambiente de familia es un verdadero reto, sobre todo para aquellos que viven solos en pensiones o departamentos lejos de sus familias, porque muchas veces este alejamiento los lleva a un relajamiento en la vida familiar. Por este motivo llevamos a cabo una encuesta con el título: “¿Cómo fomentar en los jóvenes del siglo XXI el sentido clásico de la familia, sin dejar de lado las nuevas tendencias que nos ofrece el mercado actual?” Dándoles a conocer el propósito de la misma (participar del encuentro Sudamericano del servicio) y a su vez brindarles la oportunidad de dar a conocer sus opiniones sobre estos temas, que muchos nunca se lo hubiesen planteado. También nos pusimos en contacto con orientadoras familiares, en caso de que algunos de los encuestados requiera de una ayuda más directa.
Al preguntar a los jóvenes que piensas de una familia que se reúne día a día para cenar o almorzar, nos contestaban con las siguientes frases: Roció: "es lo ideal, poder compartir, intercambiar experiencias"; Luisina: "Es lo más"; Maria Elena: "me parece que es necesario para que este la familia unida"; Catalina: "es lo que mas me gusta y lo que nos hace menos egoístas; Maria Florencia: "me gusta me parece muy contenedor y cálido"; Clara: "es lo mejor, la mejor forma de vivir"(2) Esta respuestas nos dejan ver que los jóvenes necesitan de ese momento.
"En la Argentina, el 94 por ciento de la gente considera que compartir las comidas es una faceta importante de la vida.
La Argentina es todavía el país que más disfruta de la comida casera, servida en la mesa familiar, un dato que no dejó de sorprender incluso a los mismos interesados. Esto es lo que demuestra un estudio reciente, que se suma a anteriores investigaciones con conclusiones similares".(3)
Sin embargo esto no se da en todos los casos ¿qué pasa con los chicos que estudian en ciudades, lejos de sus padres y viven solos? A estos les resulta prácticamente imposible o en la mayoría de los casos no se lo plantean.
El hecho de que en el hogar se tenga un horario para sentarse en torno a la mesa, hace que ese hogar sea mas ordenado y a su vez más económico; porque no hará falta prender la hornalla cada vez que llega uno, no se usara el microondas a toda hora, etc. además es ahí donde se pueden compartir los hechos del día y todos conocerán el ambiente que nos rodea, vamos conociendo los gustos, las afinidades y en una comida tranquila, sin televisor, sin peleas, dejando de lado las preocupaciones, se hará una alimentación más sana, logrando la calidad de vida.

Los avances de la ciencia:
- En los medios de comunicación:
En las encuestas realizadas a los jóvenes sobre el uso del celular, Internet (chat e-mail), mas del 75% opina que no siempre son buenos, que como todo cuando se usa en exceso es malo, que muchas veces los alejan entre si; “Estos medios no nos dejan conocernos bien, ya que no podemos darnos cuenta si el otro está triste o contento; además nos hacen irresponsables y nos da pie a no dar la cara ante los temas que más nos cuestan".(4)
- En las tareas del hogar:
Los avance de la ciencia nos ayudan a poder dedicarnos mas y mejor a nuestros hijos, a toda la familia y poder hacer mas cosas siempre que estén ordenadas a realizarnos. Ver como servir bien en primer lugar a los de mi casa, a los que me quieren.
A los jóvenes que viven solos en sus departamentos les facilita mucho el microondas y todos los elementos eléctricos, ocupan poco espacio y no dan olores, lo mismo que pequeñas aspiradoras para la limpieza, hornos eléctricos, máquinas de hacer pan, cafeteras programadas la noche anterior. Todos estos avances de la tecnológicos podrían ser usados en un pequeño departamento sin necesidad de emplear mucho tiempo en realizar los trabajos del hogar.“Lo sabe por experiencia quien ha vivido en un piso de estudiantes y ha comprobado que el cuidado de la casa nada estorba al estudio, al contrario, proporciona relajación psíquica, orden material y sintonía comunitaria, cosas todas que fomentan poderosamente el ejercicio de la mente.”(5) Pero debemos tener presente que la tecnología no hace el hogar, son simples instrumentos que facilitan el hacer hogar y no pasa nada –si por la escasez de medios- no podemos contar con ellos, es el momento de agudizar el ingenio para hacer del lugar donde vivimos un hogar alegre y acogedor.

Conclusión:
Es importante que la juventud tenga claro el concepto de familia, la necesidad que tiene de la misma, por esto creemos que es indispensable que los jóvenes que viven solos hagan del lugar donde viven un ambiente familiar echando mano de la tecnología si es preciso o como decíamos antes agudizando el ingenio, siendo creativas que es propio de la juventud, haciendo de lo tradicional algo innovador. Pero en esto como en todo es importante el ejemplo de los adultos como nos decía una de las orientadoras familiares: “Orientamos a los jóvenes cuando nos ven a los casados que no protestamos de todo, cuando sabemos disfrutar de la familia, hay un libro “Tu familia necesita sentido” de Elisabeth Lukas, logoterapista, donde explica que tenemos que aprender en familia a pasarlo bien, a festejar las diferencias mientras no ofendan a Dios, etc..”.
También nos pusimos en contacto con los jóvenes que contestaron la encuesta ayudándoles a concretar sus proyectos sobre una familia clásica y tradicional.

Bibliografía:
(1) Necesidad de la defensa de la familia en el mundo de hoy
José Jesús Gálvez Yañez. Prof. De la universidad del Noreste - México
(2) Entrevistas hechas a los jóvenes
(3) La importancia de la mesa familiar
Noticias de Opinión: LA NACIÓN
Lunes 25 de agosto de 2008 Publicado en diario
(4) Entrevista a los jóvenes
(5) www.darfruto.com Inventando el hogar Las tareas domésticas como
encarnación y autoconciencia de la familia

miércoles, 29 de octubre de 2008

SOBRE DIOS Y LA HISTORIA



Por Gabriel J. Zanotti


Los últimos acontecimientos políticos de Argentina han sido tan singulares que han despertado comentarios de todo tipo, proporcionales en cuanto a su especial singularidad.Uno de ellos, que compete específicamente a los objetivos de nuestro Instituto ActonArgentina, es una interesante analogía que se ha hecho con la liberación del pueblo de Israel y la dominación egipcia. Se ha presentado al pueblo argentino como un nuevo Israel, se ha dicho que Dios interviene directamente en la historia argentina y en cierto modo algunas personas creen honestamente ocupar el lugar de Moisés. Algunas respuestas no han faltado, pero habitualmente sólo retro-alimentan lo anterior. No es cuestión de acusar a un creyente de delirio místico cuando realmente cree. No se trata de delirio, sino de teología. El asunto no es la Fe (bienvenida sea) sino en qué secree y cómo se articula teológicamente la historia de la salvación con la historia humana.Dios interviene en la historia humana. Es así. Suponer lo contrario es pensar como el deísmo, que afirma un gran arquitecto del Universo sin “cuidado” sobre los seres humanos, sin providencia. Ello es anticristiano, y por ende de ningún modo se trata de negar que Dios intervenga en la historia. Dios es Padre y providente, no es un principio supremo indiferente y distante.Pero Dios interviene en la historia humana de dos maneras. Una, de manera sobrenatural y revelada, en la historia de la salvación. Esto es, en la primera y en la nueva alianza, donde la liberación del pueblo de Israel es figura de la redención del pecado que será alcanzada plenamente por Cristo en la Cruz. Esto no fue entendido por los discípulos de Cristo sino hasta Pentecostés, antes de la cual le preguntaban aún a Jesús: “Señor, ¿cuándo vas a liberar al pueblo de Israel?”, confundiéndolo efectivamente, como los zelotes –del cual Barrabás era un digno representante- con un revolucionario temporal.Quiero remarcar que esta historia es sobrenatural, porque tiene que ver con la Gracia, con lo sagrado, porque la redención está íntimamente ligada al sacramento de la Eucaristía. Segundo, es Revelada: Antigua Alianza, Segunda Alianza, Primera Venida de Cristo, Segunda Venida (escatológica) de Cristo. Son acontecimientos explícitamente revelados por Dios, de los cuales tenemos certeza y cuyos profetas son explícitamenterefrendados por las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia. La historia humana, en cambio, no es sobrenatural ni revelada. Depende del libre albedrío de los seres humanos, y la relación entre ese libre albedrío, la voluntad de Dios, su providencia y su Gracia fue suficientemente tratada por Santo Tomás de Aquino (especialmente en el libro III de la Suma Contra Gentiles) como para que nosotros tengamos que agregar algo nuevo al respecto, excepto nuestra sorpresa –en cierto sentido- por tener que recordarlo. Es una historia cuyo futuro es desconocido para nosotros; es una historia donde Dios tolera males terribles dentro del designio misterioso de su providencia; es una historia que no tiene profetas excepto revelaciones privadas que si son verdaderas deben manejarse con suma prudencia y además no forman parte de ningún modo del depósito de la Fe. Por lo tanto, que Dios pueda tolerar males terribles (¿hace falta ejemplos?) implica obviamente que no se pueda deducir de ningún modo el curso futuro de ningún acontecimiento político humano. Las cosas pueden ir bien, o pueden ir muy mal, y eso sólo Dios lo sabe y no altera en absoluto a la historia de la Salvación donde Jesucristo ya ha triunfado definitivamente sobre el pecado con el misterio de su Cruz.Claro que todo lo bueno que sucede es “querido” por Dios, pero eso incluye desde el beso que damos a un hijo a la mañana hasta una acción políticamente buena. Pero ambas cosas están mezcladas con nuestra imperfección humana (la historia de la Salvación, en cambio, no) y ninguna de las dos cosas son “sacramentos” (puede llegar a ser un “sacramental”, como mucho) o pertenecen especialmente al orden sobrenatural, y nadie puede arrogarse por ende ser su privilegiado profeta ni hacerlas especialmente en nombre de Dios (o sea como el Arcángel Gabriel).Lo contrario, esto es, suponer que una transformación política humana es parte de la acción redentora y sobrenatural de Dios, es precisamente el clericalismo y el fundamentalismo, sea de derecha (por ejemplo, aquellos que creían que tal o cual dictadura-monarquía corporativa era el sistema político “católico”) o de izquierda, como lo fue cierta teología de la liberación en su momento. En este caso, la advertencia de la Santa Sede fue clarísima: “La nueva hermenéutica inscrita en las "teologías de la liberación" conduce a una relectura esencialmente política de la Escritura. Por tanto se da mayor importancia al acontecimiento del Exodo en cuanto que es liberación de la esclavitud política. Se propone igualmente una lectura política del Magnificat. El error no está aquí en prestarle atención a una dimensión política de los relatos bíblicos. Está en hacer de esta dimensión la dimensión principal y exclusiva, que conduce a una lectura reductora de la Escritura. Igualmente, se sitúa en la perspectiva de un mesianismo temporal, el cual es una de las expresiones más radicales de la secularización del Reino de Dios y de su absorción en la inmanencia de la historia humana.”1
Por lo tanto, el problema de los dirigentes argentinos que, con toda buena intención, confunden su antikirchnerismo con la historia de la salvación, no es de delirio, sino de formación teológica. Deberían meditar el aludido documento y también meditar las palabras de J. Ratzinger en su último libro sobre Jesucristo, donde pone una especial atención a las tentaciones de Cristo, y especialmente a la primera, que es la tentación de temporalismo2.Los cristianos estamos muy mal, muy nerviosos y muy confundidos cuando hemos perdido la fe en todo esto, esto es, cuando hemos perdido la fe. ¿Por qué Dios no nos salva de los tiranos? ¿Por qué? ¿Cuándo, Dios mío, liberarás a tu pueblo? Estamos igual que antes de Pentecostés…Y si las cosas no fueran como nosotros quisiéramos, ¿qué? ¿Y si Cristina Kirchner triunfara de esta crisis política y gobernara 8 años más? ¿Qué? ¿Dios no existe? ¿O si alguien es kirchnerista deducirá que sí existe?La confusión teológica produce angustia. Lo cual conduce, en última instancia, a perder la fe. Nos ponemos demasiado nerviosos por nuestras derrotas políticas, o demasiado contentos con nuestros triunfos. Cuando, en el fondo del alma, deberíamos vivir siempre el triunfo definitivo de Cristo. Desde allí, Dios ilumina los corazones, da las gracias que quiere a quien quiere y cuando quiere, y entonces sí, interviene en la Historia, de un modo misterioso, del cual sólo nos enteraremos en la Segunda Venida de Cristo.Por ahora, ni Cristo ni ningún profeta han venido a la Argentina, ni vendrán, en la figurade ningún político. Ni de un lado, ni del otro. Y, nunca mejor dicho, gracias a Dios.
1 Instrucción Libertatis nuntius, Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, 1984.
2 Ratzinger, J.: Jesús de Nazaret, Planeta, 2007, cap. 2.
Publicado en: www.institutoacton.com.ar